Pasos de un desadaptado que carga una joroba que carga a su vez historias de ciudad. De una ciudad que puede ser cualquiera y puede ser ninguna, porque una que carga un jorobado es una ciudad que no es ciudad.

22/7/10

La manzana

Cuando el verdulero me regaló una manzana entendí lo que era sentir pena ajena. Sus ojos, rodeados de una masa demasiado quebrajada para sus cuarenta años, miraban mi cuerpo como si fuese una mosca a punto de estrellarse contra una pared, y explotar, una mosca idiota, por tener muchos ojos ineptos incapacez de predecir y evitar objetos peligrosos. Me miraba como si fuese una mosca con el destino fatal ya resuelto, como si mi vida no tuviera otro final si no el del fracaso. Me reí para no sentirme mosca, pero al reirme mis dientes deformes desencadenaron aún más pena en el verdulero, que me miró con mayor entusiasmo. Entonces agarró una manzana de su puesto y me la regaló. No pude decir gracias, había entendido recién su mirada. La joroba y los dientes me habían convertido en una mosca, y mi choque contra un ventanal era predecible. Miré al verdulero y miré su manzana, miré su masa quebrajada y le dije que parecía un viejo, tonto y horrible. Fue ahí cuando mi mamá me tiró de la mano, me dijo maleducado, me pegó en mi oreja enorme, y me hizo sentir la humillación por primera vez.

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