Pasos de un desadaptado que carga una joroba que carga a su vez historias de ciudad. De una ciudad que puede ser cualquiera y puede ser ninguna, porque una que carga un jorobado es una ciudad que no es ciudad.

25/7/10

Un dulce fresco

Ese día mi carne flácida, celulítica y blanca, se desprendió de mis débiles huesos que soportaban una joroba demasiado pesada, y se aliviaron, por primera vez mis huesos se sintieron libres. Mi carne se desvaneció y se convertió en aire, y yo y el aire eramos uno. No existía carne, ni hueso, ni flacides, ni joroba, nada duro y molesto, solo libertad, energía, sentía cómo mis pulmones se abrían, se exponían al frescor de la noche, y se sentían dulces, pulmones dulces y frios. Mi cuerpo se transformó en aire y me ví desde afuera respirando y sintíendome libre, me vi desde afuera con los brazos ridículamente abiertos, una danza casi grotesca en la que me movía de un lado a otro y me daba vueltas como un trompo. Desde afuera me veía tan ridículo que daba pena, pero desde adentro era solo aire, un placentero aire, un aire que era todo yo, y viajaba por el espacio con dominio absoluto. Supe ese día que en la ciudad no se puede volar, supe ese día que la joroba puede desaparecer, aunque sea con un ácido que se absorvió timidamente como dulce en mi boca.

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